Artículo de opinión de Juanjo Álvarez @jjalvarez64 publicado el 14/10/2018 en Deia (enlace)
Este próximo año 2019 volverá a haber elecciones europeas, además de locales-forales y varias autonómicas. En este contexto, la desmedida irrupción mediática de VOX puede que no se corresponda con la verdadera dimensión de su apoyo social, pero no deberíamos menospreciar esta exhibición de fuerza. El paralelismo entre los discursos de sus líderes, tan vacuos como efectistas, y los ofrecidos por Marine Le Pen en Francia roza el mimetismo, y allí casi siete millones de electores votaron a esa extrema derecha. Una cantidad enorme de ciudadanos que se echaron en brazos de un partido antisistema que fía la mejora de Francia a su salida de Europa, la vuelta al franco como moneda y el cierre de fronteras para los inmigrantes, pero también para las mercancías. Votantes de derecha que rechazan los perjuicios que achacan a la mundialización: el paro y la precariedad.
¿Qué se esconde detrás del Brexit, cuáles son las verdaderas razones de la salida del Reino Unido? la primera ministra Teresa May y su equipo han dejado muy claro que el problema no es Europa, sino la particular visión que los conservadores británicos muestran acerca de la vida en sociedad. Han sido colonizados por las ideas xenófobas del UKIP, y ahora le «roban» el discurso con un mensaje profundamente antieuropeísta que cala gracias al desafecto popular debido a la forma de afrontar la crisis desde Europa, al que añaden el verdadero amianto en cuanto veneno que representa la xenofobia para la democracia.
La Unión Europea se creó después de la Segunda Guerra Mundial para garantizar la unidad socioeconómica de un continente desgarrado por el fascismo. Europa debe recordar que el precio de fomentar el fascismo es, con mucho, más cruel y más costoso que cualquier deuda nacional.
La crisis económica no es una excusa, quizás sea un acelerador, un pretexto para refugiarse en la ignorancia, en el miedo y aferrarse a la comodidad mullida de los prejuicios. El racismo siempre ha existido, pero ahora muchos políticos lo aprovechan para sacar partido de ello. Es más sencillo extender el odio hacia el extranjero que el respeto al que es diferente. El racismo es la pereza del pensamiento, por no decir el rechazo a pensar. Es una desviación inadmisible de los valores democráticos. Debemos combatir esta lacra con una verdadera rebelión cívica, basada en valores de convivencia, de solidaridad, de respeto al diferente.
Tal y como acertadamente ha descrito Bernard Guetta, existe una «lógica» para el éxito de esta nueva extrema derecha disfrazada de moderada, convertida en defensora de los beneficios previamente adquiridos y que aboga por el cierre de las fronteras y el fin del libre comercio.
A estas alturas de un mundo globalizado como el que nos toca vivir, ¿es posible afirmar que «los trabajos británicos son para los británicos» o que hay que plantearse restringir la presencia de estudiantes extranjeros (calificativo que incluye a los europeos) y defender a la vez cínicamente, como lo ha hecho Boris Johson, el histriónico ex alcalde Londres y ahora Ministro de exteriores británico, la idea mantra de «Reino Unido Global»?
La evidencia de que la extrema derecha populista se hace cada vez más fuerte en Europa debilita el proyecto europeo y debe hacer reflexionar a las élites tecnócratas de Bruselas acerca del modelo de sociedad que estamos gestando, porque el fenómeno supera la mera moda pasajera, con Francia como botón de muestra. Los partidos auténticamente pro-fascistas siempre se muestran fuertes, preconizan una identidad étnico-religiosa, reavivan la xenofobia y el racismo y logran adeptos con un calculado mensaje antisistema.
Se trata de una nueva generación de partidos de derecha radical que camaleónicamente pretenden venderse como no extremistas. Y a un mensaje profundamente antieuropeísta que cala gracias al desafecto popular debido a la forma de afrontar la crisis desde Europa, añaden el verdadero amianto para la democracia que representa la xenofobia.
La extrema derecha avanza en Europa como una potente corriente que amenaza con arrastrar los principios asentados en la raíz europea y lanza un claro mensaje de alerta y castigo para quien quiera y sepa interpretarlo.
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