Artículo de opinión de Mikel Mancisidor @MMancisidor1970 el 30 de marzo de 2025 en Deia (enlace)
Tan solo pistas
Ahora, a lo que parece, nos es dado participar de tal empresa a costos, de momento, más asequibles. Muchas reivindicaciones se presentan en nuestra sociedad como lucha contra el fascismo. Tengo dudas, sin embargo, de que esa referencia nos resulte útil para entender el mundo que vivimos y para discernir lo que nos toca hacer para construir una sociedad mejor. Ese fascismo que denunciamos podría terminar constituyendo una indefinida invocación a la que añadimos lo que en cada momento no nos gusta. Sentimos así que ese conjunto de cosas rechazables adquiere una maligna coherencia política contra la que definirnos.
Los carteles de una reciente marcha contra el fascismo señalaban a los fascistas contra los que debemos luchar: Netanyahu, Trump, Abascal, Zelenski y von der Leyen. No me interesa ahora preguntarme porqué, si de denunciar agresores, imperialistas y vulneradores de derechos humanos se trataba, hemos llegado a esa particular selección, lo que me interesa ahora es que esos cinco rostros permiten tantos cruces, combinaciones y permutaciones políticas y geoestratégicas como uno quiera imaginar. La historia nos enseña que se puede pasar tan rápido de una alianza Stalin-Hitler a otra Stalin-Churchill según haya territorio ajeno que repartirse o resulte que el territorio que otros se comen empieza a ser el nuestro. Lo estamos viviendo en tiempo real.
La remisión a los fascismos del siglo XX muestra nuestra dificultad para entender los complejos términos del momento. El recurso al comodín de las ideologías del pasado nos da la llave maestra para pasar al siguiente nivel del juego sin haber resuelto el anterior, como quien fuerza la pieza del puzle aun sabiendo que esa trampa le impedirá terminarlo.
Más difícil que declararnos contra el fascismo es saber cómo podemos proteger y mejorar nuestras democracias, cómo fomentar la convivencia entre diferentes, cómo avanzar hacia la mayor igualdad, cómo debe Europa afrontar los retos de seguridad del presente sin quedar orillados por una geopolítica cada vez más desagradable para quienes hemos soñado con un mundo donde la fuerza no tendría la última palabra, cómo no quedar deslumbrados por otros modelos cuya propaganda promete (igualdad, justicia, seguridad, bienestar) justo lo contrario de lo que dan a sus propios ciudadanos (desigualdad, opresión, ausencia de derechos y pobreza).
No tengo las respuestas. Pero tengo algunas pistas que procuro, no siempre con el éxito que querría, que me acompañen y que he intentado transmitir a mis hijos (como son mejores que yo encontrarán las suyas propias de las que espero aprender).
Una pista es intentar definirnos en positivo y no contra algo: a favor, por ejemplo, de la democracia, de la paz, de las libertades, del desarrollo humano universalizable, de los derechos humanos.
Otra pista es saber que seguramente ninguno de esos principios es un absoluto que disfrutar en su perfecta totalidad. No solo porque los humanos tengamos limitaciones, sino por razones más esenciales: porque en muchas ocasiones esos principios luchan entre sí y debemos optar por equilibrios posibles e imperfectos entre ellos.
Otra pista es que mientras gestionamos esos malditos equilibrios no nos descubramos de pronto indiferentes a la crueldad, el abuso o el sufrimiento humano.
Otra pista es cuidar lo aparentemente pequeño: nuestras palabras y comportamientos ahora y aquí.
Otra pista es evitar identificarnos tanto con un equipo ideológico que terminemos viendo todo en nuestra área como falta en ataque y todo en el área ajena como penalti.
Otra pista es relacionarnos con diferentes renunciando a catequizarlos. Tener conocidos rusos, chinos, israelíes o trumpistas me complica la vida. Tener una gran amiga, a la que debo mucho, que es del Real Madrid me ayudó tanto a entender el mundo como el mejor libro que haya leído.