Radicalización violenta: ¿qué está pasando en Estados Unidos?

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Artículo de opinión de Sergio García @tresycinco3y5  publicado el 18 de agosto de 2022 en The Conversation (enlace).

Radicalización violenta: ¿qué está pasando en Estados Unidos?

El reciente ataque contra Salman Rushdie en Chautauqua es una buena ocasión para analizar la violencia en la que está inmersa la capital del estado, la ciudad de Nueva York, y con ella el país entero. En lo que va de siglo XXI, la Gran Manzana ha sufrido once ataques terroristas. Los 3 001 muertos y más de 6 000 heridos que conllevan son la crónica más patente de una vulnerabilidad cuyas causas quizá no sean tan conocidas.

La radicalización violenta se puede estudiar empíricamente desde diferentes ángulos. Dos de estas perspectivas empíricas, en ocasiones contrapuestas, son: por un lado, el análisis de la trayectoria que siguen los individuos que terminan actuando violentamente con fines políticos bajo el paraguas de una organización terrorista que puede operar desde el exterior; y, por el otro, el examen de los factores macrosociales que conducen a la radicalización violenta de organizaciones con fines políticos.

Teniendo en cuenta la segunda perspectiva, la vulnerabilidad de Estados Unidos ante el terrorismo está relacionada con cuatro grandes factores que no se dan, en su totalidad, en otros contextos nacionales:

  • La existencia de más de 1 700 grupos legales en el país que el prestigioso Southern Poverty Law Center califica como “extremistas” o “de odio”.
    • La polarización rampante de la política norteamericana.
    • Los agravios subjetivos aducidos por múltiples colectivos ante el comportamiento geoestratégico del país en la escena internacional, en general, y en su lucha contra el terror, en particular.
    • La grandísima densidad poblacional y desigualdades de ciudades como Nueva York.
  • Grupos extremistas y de odio

    Estados Unidos es la cuna de más de 1 700 grupos que justifican el odio, e incluso la violencia, contra ciertos colectivos. Estos están inspirados en ideologías muy diversas que van desde el nacionalismo cristiano, el supremacismo blanco y la defensa armada antigubernamental (más conocidos simplemente como Militia), hasta el supremacismo negro y el islamismo violento. Muchos de estos grupos estarían prohibidos en Europa. De hecho, Canadá tiene en la lista de organizaciones terroristas a algunos, como los Proud Boys o ls Three Percenters.

Sin embargo, la primera y segunda enmienda de su constitución blindan, en primer lugar, el derecho a la libertad de expresión y, en segundo, el derecho a portar armas y a autodefenderse. Ambos derechos generarían las condiciones para que no se vete ningún tipo de ideología, incluso las violentas o de odio, puesto que caerían en la esfera del pensamiento y la expresión; y para que las armas estén a disposición de grupos que pueden considerar al Estado como una amenaza de la que defenderse.

La polarización estadounidense

En Europa se considera que las democracias pueden amortiguar cierto grado de polarización. Además, se plantea que la polarización real de la población puede diferir de la creciente polarización política. Por ello, la polarización y la radicalización violenta se estudian por separado y rara vez se ve a la primera causa de la segunda.

En Estados Unidos, donde la representación política de la ciudadanía se canaliza históricamente a través de dos únicos partidos que han buscado diferenciarse apelando a las emociones y a la identidad, y donde existe gran número de grupos violentos con quienes los partidos también quieren conectar (a fin de ampliar la base de su electorado), la polarización se relaciona de manera mucho más directa con la radicalización violenta que en Europa.

La movilización violenta de los agraviados

Desentrañar las causas de la radicalización violenta no es tarea fácil. Se concitan sincrónicamente y de manera incoherente múltiples causas estructurales, diversas motivaciones y dinámicas relacionales complejas.

En un estudio comparativo monumental del yihadismo, la extrema derecha y la extrema izquierda mundiales, el ex-asesor del Gobierno holandés en materia de prevención de la radicalización violenta, Kees Van Den Bos, abunda sobre el papel que la sensación de agravio e injusticia desempeña como detonante de la violencia política, en ausencia de mecanismos de control emocional efectivos.

Si el supuesto que plantea Van Den Bos es cierto, la intervención de Estados Unidos en conflictos internacionales sangrantes recientes (tales como los 20 años de Afganistán, los más de 15 en Irak, las intervenciones desestabilizadoras de Libia y Siria y el enquistado conflicto de Yemen); las ejecuciones extrajudiciales en su guerra contra el terror, ya sea a través de operaciones especiales violando soberanía y coordinadas desde el extranjero (Bin Laden en Pakistán, 2011) o mediante drones (Al Zahahiri en Kabul, 2022); sus tensiones con países como Rusia o Irán; y la búsqueda, en ocasiones, de su interés nacional por encima del bien común, han suscitado la sensación de agravio en muchos países y colectivos dentro y fuera de Estados Unidos, lo que le convierte en blanco prioritario de objetivos terroristas.

La gran densidad de las ciudades

La densidad poblacional dentro de un territorio, la coexistencia de culturas diversas en un espacio reducido, las desigualdades y la degradación medioambiental de los barrios son factores clave de radicalización. Muchas ciudades de Estados Unidos reúnen estas condiciones.

Por ello, estos entornos, a pesar de estar en condiciones de cuasi militarización, son altamente vulnerables. Por un lado, tener bajo control a la población de una ciudad de más de diez millones de habitantes es imposible. Por el otro, ciudades con grandes desigualdades sociales y económicas y contrastes, con segregación poblacional de facto, favorecen la radicalización, más allá de su tamaño.

Nueva York es solo símbolo de un poder aparente que disimula la vulnerabilidad. Además, desafortunadamente, cuando en lugares como las calles de Manhattan todo es espectáculo y consumo, algarabía y desenfreno, distraerse con el break dance callejero, los encantadores de serpientes espontáneos y la constatación de la prostitución y opresión de la mujer (a través, por ejemplo, de la publicidad en vivo de bares de barra americana) es más probable que atender a las dinámicas sobrias de seguridad.

Sergio García Magariño

Doctor en sociología con mención internacional en la UPNA, Diploma de Estudios Avanzados en sociología (UPNA), Equivalente a máster en pedagogía (UPV), posgrado en educación y desarrollo social (CUB, Colombia) y licenciado en ciencias de la actividad física y el deporte (UPV). Es profesor-investigador en CEDEU / Rey Juan Carlos, en la Universidad Camilo José Cela, en la Universidad Europea de Madrid; profesor visitante y asesor en la Universidad Nur de Bolivia e investigador asociado del Instituto de Gobernanza Democrática (Globernance). Es fundador y director del Instituto para el Conocimiento, la Gobernanza y el Desarrollo Global, así como de la plataforma gobernanza.es. Colabora en diferentes medios, tanto escritos como televisivos, destacando su columna en Periodistadigital, en la Revista cultural Entreletras y en The Global World, y la dirección del programa de televisión de Amaranta.es sore gobernanza y economía. Fue visiting fellow de la Universidad de Essex en el 2012. Sus líneas de investigación engloban los mecanismos de seguridad colectiva, los conflictos internacionales, el proceso de radicalización salafista, las nuevas formas de gobernanza así como otros temas relacionados con la filosofía y la sociología de la ciencia y la religión. Ha sido investigador del varios proyectos internacionales, destacando Huri Age (proyecto de 3 millones de euros) y el proyecto actual “Loguer: el logos de la guerra”. Sus últimos libros son Desafíos del sistema de seguridad colectiva de la ONU: análisis sociológico de las amenazas globales (CIS, 2016), La gobernanza y sus enfoques (DELTA, 2016) y Gobernanza y religión (DELTA, 2016) y Introducción a la sociología del crimen (DELTA, 2017) y El desarrollo social y económico: una aproximación holística, (DELTA, 2017). Es colaborador de los programas de educación y desarrollo del Instituto de Estudios en Prosperidad Global de Israel, de la Universidad Rural de FUNDAEC (Colombia), de la Universidad Nur (Bolivia), de la Fundación Lazos Learning de Canadá y colaborador analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos del ministerio de defensa del gobierno de España. Lleva siete años dirigiendo el área de investigación y discurso público de la Oficina de Asuntos Públicos de la comunidad bahá’í de España.

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