Melania MOSCOSO: Reseña de “Prospectiva e Innovación” de Enric Bas y Mario Guilló (eds.)

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BAS, Enric; GUILLÓ, Mario (Eds.) Prospectiva e Innovación. Vol. 1 Plaza y Valdés Editores, Madrid, 2012. MÁS INFORMACIÓN.

Con el ánimo de presentar los estudios de prospectiva en España, Enric Bas, profesor de sociología Prospectiva de la Universidad de Alicante, y Mario Guilló del instituto FUTURLAB, perteneciente también a dicha universidad, presentan  este volumen, el primero de una trilogía que lleva por título Prospectiva e Innovación, a recoger y desarrollar las intuiciones del Workshop sobre cultura de la innovación que se celebró en la Universidad de Alicante en diciembre de 2009.

Alejada  del vaticinio y la profecía con la cual se la suele confundir la prospectiva es la disciplina que tiene por objeto: “proporcionar herramientas y conocimientos adicionales que ayuden a los individuos a diseñar y darle forma al futuro, a conseguir buenos futuros para ellos mismos y la humanidad”. Como señala la definición de Wendell Bell, la prospectiva trata de la creación de futuros y se opone al determinismo y al fatalismo. La prospectiva, que goza ya de cierta tradición en los países sajones, no ha penetrado en el tejido empresarial de los países mediterráneos como España. La necesidad de crear el futuro, más que anticiparse a él o predecirlo, tiene que ver con la actitud de hacerse cargo de los proyectos a largo plazo que la sociedad tiene con respecto de sí misma, tan propia de la mentalidad protestante.

El texto abunda en metodologías no exentas de interés: las “gafas de futuros” , el análisis causal estratificado con el cual se vinculan las creencias sobre el futuro con sus raíces míticas y no racionales, pasando por el Techcast con la que se quiere describir el grado de penetración social de las nuevas tecnologías a cinco, diez o veinte años vista. Todas ellas tienen un innegable valor práctico a la hora de elaborar proyectos y planificaciones públicas. El libro reúne además a un amplio panel de especialistas en prospectiva nacionales e internacionales.

Es loable  -por ineludible-   tener en cuenta el alto grado de complejidad social, en los estudios de prospectiva. Como bien señala Enric Bas en su capítulo sobre la sociología del futuro la realidad social es compleja y no “existe como algo objetivable y único”. Íntimamente relacionada con la complejidad social está la noción de contingencia, estudiada por Zygmunt Bauman entre otros y apenas citada en el texto, que señala la provisionalidad de todo proyecto vital en la modernidad radicalizada . Formular los Future Studies desde la perspectiva de la contingencia hubiera añadido un cariz tentativo a la presentación que la hubiera hecho más modesta pero tal vez más congruente con el planteamiento que defiende Bas.

Trazar futuros posibles, adelantarse a los imponderables, delinear trayectorias, es en fin, la tarea de la prospectiva: la gestión de la complejidad exige una perspectiva holística que exige la interdisciplinariedad. Por ello su tarea es la de coordinar el conocimiento especialistas de distintas disciplinas y fomentar un consenso sirviéndose  de la metodología. La perspectiva a largo plazo lo distingue de la mera planificación y mejora la comprensión del ahora, permite también descubrir nuevas variables que se hurtan en el medio o corto plazo. Es interesante la acotación del trabajo del experto en futuros sobre el del mero especialista, qué es lo que cabe esperar de su labor. Sin duda marginar perspectivas disciplinares es peligroso, y los procesos como el foro Mundial de Porto Alegre son de gran interés. Cabe preguntarse si los especialistas en futuros podrían ofrecer alguna sugerencia de cómo hacer valer sus propuestas frente a esos otros foros de decisión que motivaron la  aparición como del Foro Mundial de Porto Alegre como espacio alternativo.

Distingue la profesora Eleonora Barbieri en su capítulo tres niveles analíticos de estudio del futuro : desde la mera constatación fáctica del  “algo está cambiando” al posibilista “algo puede cambiar” para arribar al normativo “algo debe cambiar. El capítulo es sugerente sobre todo por las preguntas que abre: pues de la constatación de que el futuro en los últimos años no ha podido llevarse a cabo sin las corporaciones se abre el interrogante de si la globalización debe expandirse desde la perspectiva únicamente económica, o por el contrario no podrían existir otras lógicas globalizadoras menos serviles a las lógicas del capital; si en fin, del hecho de que   la elaboración de visiones de futuro quede en manos de los expertos en avances tecnológicos y jurídicos, como afirma Barbieri, no hace urgente tomar medidas  para protegerse de los errores de cálculo o excesos de ésta élite a quien se encomienda el ámbito normativo.

El capítulo de Andrés Montero sobre “Futuros para la (in)seguridad” es un interesante estudio de caso sobre la aplicación de la prospectiva al asunto de la seguridad. Tiene además la virtud de contener algunas previsiones para el momento presente en materia económica . A la insuficiencia de las tradicionales fuerzas del orden para enfrentarse a las nuevas formas de criminalidad global se suman las dificultades de comunicación  a la ciudadanía de medidas que no pueden por su propia naturaleza acogerse a la publicidad kantiana y que llevan aparejadas un importante retroceso de las libertades en la vida cotidiana. Se trata de un texto muy ilustrativo sobre los excesos de los futuros “rojos”: la percepción del futuro invariablemente centrada  en el peor escenario posible.

Dado que la prospectiva no es un mero ejercicio visionario es necesario analizar las tendencias que sugieren nuevos futuros, estos denominados sucesos emergentes por los especialistas de Future Studies para poder delinear trayectorias de futuros posibles e interceptar los desarrollos indeseables. Que puede resultar conveniente aplicar técnicas de gestión lo más afinadas y eficaces posibles no excluye que la gestión de futuros de colectividades e individuos inevitablemente reviste un carácter polémico que ningún comité de expertos podrá obviar jamás, y que a lo sumo sólo podrá ser sofocado. Como dice Montero citando a Innerarity: “democratizar la ciencia no es tachar la diferencia entre el experto y el que no lo es, sino politizar la diferencia y arrebatar al primero la definición de lo posible y lo deseable, en busca de un bien común, de un mundo mejor, más democrático, menos desigual”. (256)

El texto en su conjunto es de agradable lectura y un eficaz ejercicio de divulgación. No incurriremos en el error de pedirles cuentas en el futuro; nos conformaremos con que, de momento, el libro nos ayude a enfrentarnos al futuro con una actitud que no sea la del Angelus Novus que pintó Paul Klee, que, con los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas, huía de una tormenta que Walter Benjamin supo identificar como el progreso.

Melania Moscoso. Instituto de Filosofía, CSIC, Madrid.

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