La ONU cumple los 75 años

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Artículo de opinión de Mikel Mancisidor @MMancisidor1970  publicado el 24 de octubre de 2020 en el Centro Regional de Información de las Naciones Unidas para Europa Occidental (enlace) y en El Correo (enlace

Hoy la ONU cumple 75 años y creo que merece una celebración. Más de uno pensará que ante el estado del mundo y la persistencia de sus injusticias, una llamada a la celebración es impertinente. Debo por tanto justificarme.

La Carta de las Naciones de 1945 es, si me permiten la analogía, la Constitución de la sociedad internacional. Es el instrumento en que encontramos sus principios jurídicos y políticos. La Carta limita la legalidad del uso de la fuerza para resolver conflictos, reconoce unos derechos humanos que se imponen a la soberanía del estado, pone las bases para la descolonización y la igualdad racial, y crea espacios de colaboración internacional. Esta Carta, que entró en vigor un día como hoy hace 75 años, creó la Organización de las Naciones Unidas.

Tan tonto sería decir que la ONU ha conseguido sus objetivos como negar que se han producido avances importantes. Una de las maldiciones de la ONU es que le pedimos el fin de los problemas mundiales y al comprobar su incapaz para conseguirlo saltamos al otro extremo descreído para negarle legitimidad y recursos. Eso no nos sucede con otras instituciones dentro de cada país: ni deslegitimamos al Ministerio de Trabajo por no conseguir para todos un trabajo de calidad ni retiramos los fondos a Emakunde porque no consigue el fin de la violencia de género. Entendemos que precisamente por ser objetivos difíciles necesitamos más cabeza, más coordinación y más recursos. Por supuesto que todas las ineficiencias de cualquier institución pública, sea local o internacional, deben ser denunciadas y defiendo la necesidad de una permanente rendición de cuentas, con austeridad y transparencia. Pero tengamos en cuenta, por poner un ejemplo, que a la OMS le pedimos que acabe con la polio, que reduzca la incidencia del SIDA en África y que dé la mejor coordinación sobre la COVID 19 en todo el mundo, dotándole de un presupuesto menor que el de Osakidetza. Quizá, si creemos que la OMS no hace su trabajo todo lo bien que nos gustaría, la pregunta no es sólo si la OMS funciona bien, sino también si los estados y sus ciudadanos nos tomamos en serio que hay retos (desde la COVID-19 hasta el Cambio Climático) que sólo se pueden afrontar de modo global, en el marco de instituciones multilaterales, cediendo autoridad y proveyendo recursos.

Fue Dag Hammarskjold, exsecretario General de la ONU muerto en servicio, quien dijo que la ONU no fue creada para llevar a la humanidad al paraíso, sino para librarla del infierno. Ese realismo posibilista es necesario dado que lo contrario nos lleva a la frustración, al cinismo perezoso y paralizante y, en no pocos casos, a la pérdida de libertades.

Tenemos una ONU a escala humana, ¿deberíamos pretender que la ONU sea mejor que los gobiernos y las personas en el mundo? La ONU tiene sus deficiencias pero también su grandeza. La misma grandeza que ha permitido a los humanos empezar a conocer los virus o los agujeros negros, superando nuestras gigantescas limitaciones cognitivas individuales, es la que nos permite avanzar ante desafíos tan complejos como prohibir el recurso a la guerra, superar conjuntamente enfermedades, aumentar la escolarización de las niñas, luchar contra la pobreza o recuperar la capa de ozono. Ninguno de estos objetivos está conseguido, pero eso lo hace todo más valioso y más meritorio, porque avanzamos en un camino cuyos límites son los nuestros. Ningún parlamento o gobierno del mundo está compuesto de ángeles y sabios, no veo cómo la ONU iba a ser mejor. Si la ONU no existiera los asuntos globales se resolverían únicamente mediante acuerdos opacos entre los más fuertes y los grupos de interés. No me gusta que países que son grandes violadores de derechos humanos estén en el Consejo de Derechos Humanos negando la evidencia de sus crímenes, pero ¿sería mejor que estuviesen fuera, sin necesidad de dar cuentas a nadie de lo que hacen, sin un marco de referencia para poder calificarlo como crimen, y que el Consejo se convirtiera en un club de quienes se reconocen mejores?

La ONU requiere de importantes reformas, de forma y de fondo, para responder a los retos del momento, pero también tiene valores que debemos proteger y fomentar. Un viejo profesor dejó escrito que “la comprensión de cómo y por qué  se creó la ONU, qué es lo que puede y no puede hacer, así como del potencial existente para reforzar su utilidad, debería ser patrimonio común de todos las personas cultivadas”. El 75 aniversario es buen momento para tomarnos en serio esta tarea de divulgación política.

La Carta de la ONU fue una promesa de la humanidad para consigo misma y por eso comienza con una frase importante: “Nosotros los pueblos hemos decidido unir nuestros esfuerzos para…”. La expresión “nosotros los pueblos” llama a la diversidad, pero también a la responsabilidad y a la implicación en esa promesa que está en permanente construcción.

Mikel Mancisidor

Mikel Mancisidor, jurista y doctor en Relaciones Internacionales y Diplomacia (Geneva School of Diplomacy), es miembro (experto independiente) del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU (2013-2024). Es miembro del Consejo de Gobierno de la Universidad de Deusto, donde enseña Derecho Internacional. Desde 2015 es miembro del Faculty (como Adjunct Professor) del Washington College of Law (American University) a cargo del curso Advanced Studies on International Human Rights Law. Desde 2016 imparte docencia en los cursos del Instituto Internacional de Derechos Humanos René Cassin (Estrasburgo). Ha participado en numerosas conferencias internacionales de la ONU y la UNESCO. Premio de Humanidades, Cultura y Ciencias Sociales de Eusko Ikaskuntza – Laboral Kutxa (2020), miembro de número de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (2019) y Medalla de Oro de los Derechos Humanos de la Liga Pro-Derechos Humanos (2013). Colaborador habitual en prensa escrita.

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