Artículo de opinión de Mikel Mancisidor @MMancisidor1970 el 29 de diciembre de 2024 en Deia (enlace)
Inocencias
El santoral recuerda a las víctimas de la matanza de Herodes. Furioso por haber sido engañado por los astutos reyes magos, el rey manda matar a los niños menores de dos años. Conviene prestar atención a las palabras elegidas por Mateo e identificar el cruce de intenciones, las tretas y sus consecuencias: “Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella y, enviándolos a Belén, les dijo: Id a informaros sobre ese niño, y cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya también yo a adorarle (…) Advertidos en sueños, se tornaron a su tierra por otro camino (…) Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo”.
En principio el día homenajea a aquellas víctimas. La inocencia subrayaba la perversidad del crimen y la ausencia de culpa en la víctima. Señala al criminal y absuelve a la víctima. Este significado sigue sirviendo hoy para incidir en el carácter injustificable de una agresión.
La carga de la culpa, sin embargo, se desplazó con nuevas ambigüedades. Enfrentado a un entorno que se supone presto a abusar de su candidez, el inocente es visto como el ingenuo, el despistado, el pardillo o el tontorrón que confiando se deja engañar. Ese deslizamiento de significados termina en ocasiones ensalzando la figura del embaucador y se ríe de quien comete el tonto error de confiar. El corrimiento de significados podría llegar a intercambiar papeles e identificar al taimado Herodes como el iluso que quiso engañar a los reyes magos y terminó, inocente él, engañado por ellos. Tony Leblanc le habría vendido algunas estampitas.
Este movimiento semántico dice mucho de la sociedad que lo permite. Inocente, que era quien no merecía mal, pasa a ser quien lo merece. Quizá no es por casualidad que la coincidencia del día de los Santos Inocentes con el día del pardillo se da en unos países y no en otros.
La RAE admite, como tercera acepción de la palabra, que el inocente es “fácil de engañar”. En los principales diccionarios de inglés (Oxford, Cambridge, Marriam-Webster y Collins) el inocente, aun cuando pueda ser ignorante o ingenuo, no se asocia al engaño. Una acepción parece sugerir lo contrario: a person who does not deserve to be harmed.
Hay sociedades que premian la confianza y otras que la castigan. La cosa es seria puesto que la confianza es el cemento de una sociedad que funciona, la gasolina de sus motores, el lubricante de su éxito, la miel que endulza sus momentos y la sólida muralla que nos protege. Las sociedades que prestigian el engaño y desprecian la confianza pierden (lo confirman los estudios del Banco Mundial o del PEW Research Center). La confianza tiene sus condiciones, por supuesto, por eso el secreto no está en confiar necesariamente más, sino en hacerlo siempre mejor. Benditas las sociedades en las que el listo, el que más gana, es el que mejor sabe confiar, donde se prestigia que de uno pueda decirse no solo que es de fiar, sino que sabe confiar. Juraría que he ganado mucho más en la vida por confiar que por desconfiar, aunque tanto lo uno como lo otro tiene sus momentos y sus conquienes, evidente. Ojalá se pueda decir de uno, cuando toque el día de la despedida, que quienes confiaron en él o ella, salieron ganando.
Ayer dos amigas, Edurne y Sandra, me llevaron a un concierto en Musikebarri. Tocaba Smile. No los conocía. Pero me fie y fui. Si hubiera curioseado habría concluido, seguramente, que no eran mi estilo. Pero confié, no consulté y fui. Descubrí una buena banda que hace directos llenos de vida y buen rollo. Confiar en quien lo merece es ganar. El próximo día de los inocentes, me dejaré felicitar. Quiero ser el inocente que confía en quien debe y sale por ello ganando.