En más de una ocasión hemos comentado aquí algunos de los informes de COTEC, es la fundación que promueve la innovación como motor de desarrollo económico y social en España. Ellos definen la innovación como todo cambio (no solo tecnológico) basado en conocimiento (no solo científico) que genera valor (no solo económico).

Sus estudios son referentes tanto por la calidad de sus contenidos como por su presentación. Dado que el camino se hace andando y la velocidad se demuestra en movimiento, la innovación se explica innovando, parecen creer. Quiero decir que sus informes siempre tienen una forma de presentación de los datos novedosa que, además de aportar amenidad, permite lecturas insospechadas de datos cruzados de formas creativas.

Esta semana COTEC publica un informe sobre la evolución de la inversión en I+D en España. Dicha inversión ha tenido un crecimiento en el año 2023 casi sin precedentes, con un aumento de 3.054 millones de euros respecto al año anterior (un 15,8% más). Se trata del mayor aumento anual en términos absolutos en toda la serie de datos que se inicia en el año 2000 y casi también lo es en términos relativos, puesto que el año récord fue 2006, con un prácticamente idéntico 15,9%. Debemos conceder que los aumentos porcentuales se hacen progresivamente más difíciles y significativos, según la cantidad de partida o base de cálculo es superior.

La Comunidad Autónoma de Euskadi, el año pasado, aumentó ligeramente por encima de ese porcentaje medio, lo cual es una buena noticia no por el mero dato plano de superar esa referencia media, sino porque se hace sobre una base superior. Dado que Euskadi es la comunidad con mayor inversión en I+D por habitante de todo el Estado, un aumento porcentual por encima de la media supone un esfuerzo añadido que no podemos dejar de valorar y reconocer.

Tras los datos, dejo dos lecturas políticas. La primera es que Madrid sigue fagocitando los recursos y talentos de una España a su alrededor que queda atrapaba por su órbita de atracción. El aumento de los recursos de I+D en Madrid este año pasado equivale a la suma de los aumentos de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Murcia, Valencia, Aragón, La Rioja, Cantabria, Asturias y Galicia juntas. Y, si usted quiere, puede sumar a Canarias y a Baleares para llegar a la equiparación, siendo su población sumada el triple que la madrileña. El efecto capitalidad es un gigante creador de desigualdades, progresivamente creciente, que, paradójicamente parece interesar poco a los que se dicen defensores del principio de igualdad entre todos los españoles. Estas cifras explican bien por qué es necesario, más allá de planteamientos identitarios, proteger las competencias propias. Su gestión inteligente permitirá en el futuro un trabajo de calidad para nuestros hijos sin necesidades de tirar para Madrid a poco que quieran hacer algo creativo o innovador.

La segunda lectura debe prevenirnos contra cierto tipo de lecturas comparativas. Más allá del conocido riesgo de la complacencia, conviene que caigamos en la cuenta de que los buenos datos de otras comunidades autónomas, cuando los hay, nos enriquecen también a nosotros, aunque en la foto no salgamos tan bien por comparación. Nos interesa convivir en una España más potente y capaz, con comunidades con cada vez mejores sistemas de I+D, con mayores medios y mejores resultados. De ese avance conjunto, de ese enriquecimiento cruzado, de esa competencia de aprendizaje compartido, de ese intercambio de recursos, saberes y prácticas, de ese mejor Estado, salimos todos ganando. Ojalá el año que viene el aumento en otras comunidades, y no solo en la capital, sea tan importante que nos resulte aún más difícil superar el porcentaje de aumento medio. Ganaremos todos.