Oriol Junqueras y Raül Romeva, acompañados de miembros de Esquerra, salen a pie del recinto penitenciario de Lledoners, en enero.ALBERT GARCIA / EL PAÍS
Artículo de opinión de Cristina Monge @tinamonge publicado el 27 de mayo de 2021 en El País (enlace).
En un contexto de polarización, los indultos a los presos del ‘procés’ son una jugada de riesgo solo apta para quien entiende la responsabilidad del Gobierno por encima del interés del partido
Es obligación de todo Gobierno intentar resolver los problemas de la sociedad para la que gobierna, y en su pericia está que la elección de lo que hay que hacer para solventar estos asuntos sea comprendido por la ciudadanía.
La cuestión de los indultos a los presos del procés parece estar a punto de decidirse. Es sabido que contará con los informes judiciales en contra y que la oposición cargará contra el Gobierno de coalición si es que éste finalmente se decide a concederlos.
Por su especificidad política estos indultos no son comparables a los más de diez mil concedidos entre 1996 y 2020, ni tienen mucho que ver con otros aplicados a golpistas, acusados de terrorismo o condenados por corrupción. Más que buscar precedentes que difícilmente pueden servir de comparación, se trata de analizar hasta qué punto pueden servir al objetivo de la convivencia. Tiene razón el presidente del Supremo cuando afirma que en este asunto no hay concordia. La pregunta es si estos indultos pueden ayudar a alcanzar dicha concordia. Es decir, si pueden ayudar a iniciar un camino de reencuentro en la sociedad catalana y de esta con el conjunto de España, o por el contrario, pueden debilitar a quien los conceda y enconar más el conflicto.
Un 70% de los catalanes y catalanas se muestra favorable a la medida. Entre los no independentistas, seis de cada diez, también. ¿Y en el resto de España, sería comprendido algo así? El gran reto del Gobierno, si finalmente concede esta medida de gracia, es ser capaz de explicar, al conjunto de la sociedad española, y fundamentalmente fuera de Cataluña, con claridad argumental y toda la pedagogía de que disponga, que está dispuesto a hacer este ejercicio de generosidad e inteligencia política para iniciar un camino de reencuentro, desterrar cualquier asomo de victimismo de los líderes independentistas y dar así un paso trascendental en la solución de uno de los conflictos que más ha agrietado este país en los últimos años. Se trata de desechar de una vez el “cuanto peor, mejor” del que se han valido durante demasiadas ocasiones líderes independentistas y altos responsables del Gobierno de España.
Para ello, tendrá que pactar a muchas bandas ―en el Congreso, en el Govern…―, y sobre todo, sacar el debate a la escena pública con la valentía que requieren las grandes decisiones. Cualquier tentación de orillar el asunto, esperar a que pase pronto sepultado por la próxima noticia de alcance, o hurtar el debate tanto político como social, irá en contra de la disposición a entender la medida por una parte importante de la sociedad española y dejará espacio para los bulos.
En un contexto de polarización como en el que se encuentra inmersa España, los indultos a los presos del procés son una jugada de riesgo solo apta para quien entiende la responsabilidad del Gobierno por encima del interés del partido. Ahora bien, no se trata de inmolarse, sino de gestionar con la valentía de quien exhibe rotundos argumentos.