Artículo de opinión de Mikel Mancisidor @MMancisidor1970 el 23 de marzo de 2025 en Deia (enlace)
Escuchar al asesino
Me pregunto, sin obtener respuesta, si hay determinada violencia machista tras situaciones de ruptura relacional que buscaría la enormidad como fin. Como si el tamaño del mal ejercido por el agresor quisiera señalar alguna vengativa proporcionalidad con la humillación o el dolor que su paupérrima inteligencia emocional siente haber recibido. Con la desmesura, en su delirio, transfiere la culpa y restituye su imaginario orden de las cosas. La enormidad con la que el agresor pretende reivindicarse mostraría en el fondo proporción con su debilidad. Agredir a los hijos implica un giro adicional en fantasía justiciera. En el caso Bretón el padre mata a sus dos hijos, de seis y dos años, sumando además premeditación, cobardía, engaño y otras muestras de bajeza e inhumanidad.
Usted puede discrepar mucho de la interpretación que, con enorme margen de error y no poca ignorancia, me animo a proponerles como hipótesis de trabajo. No me interesa discutir esa explicación que puede estar muy equivocada, sino hacer ver que no resulta extraño que, más allá de la condena, busquemos comprender por distintos caminos por qué lo impensable en ocasiones se hace real.
El escritor Luisgé Martín ha indagado, en un libro cuya publicación era inminente, en la mente del asesino Bretón para intentar comprender cómo pueden funcionar las cloacas mentales de los condenados a los más profundos círculos del infierno. Ese mismo deseo de comprender está en el origen de muchas obras de arte, de ensayo y de literatura. Algunas de ellas constituyen obras maestras de nuestra cultura, que nos enseñan a mirarnos con mayor profundidad y a conocernos mejor. Grandes ensayos han buceado en la mente de criminales con miles de víctimas a sus espaldas. Otros autores han querido conocer a asesinos o a depravados de diversa índole para entenderlos y conocernos así mejor como individuos de la misma especie y, en parte, condición.
Pero acercarse al criminal tiene sus riesgos. Algunos autores han quedado fascinados por el abismo de lo que no tiene sentido. Otros han terminado siendo manipulados por el criminal que los gana para alguna causa auto justificativa, para ganar puntos en algún expediente o para alimentar su vanidad.
La madre de los niños ha denunciado muy legítimamente la inminente publicación de la obra en que se dan detalles sobre cómo Bretón asesinó a los niños y se cuenta otros aspectos de su inane vida que solo el crimen puede convertir en relevantes. El autor y la editorial defenderán su derecho a investigar y reflexionar sobre un caso que ha sido de interés general y a publicar una obra que los antecedentes del autor hacen sospechar que tendrá calidad intelectual y literaria.
El dolor de la madre y sus derechos como víctima no me pueden resultar más cercanos y evidentes, pero aún así no tengo claro cómo resolver este conflicto de intereses. Soy tan refractario como el que más de entre ustedes a las periódicas polémicas morbosas sobre violencias que alimentan la telebasura española –y en no pocas ocasiones tontamente replicada en nuestros medio–, pero el derecho a la creación intelectual y literaria, así como las libertades de expresión y publicación, me parecen en este caso muy dignas de consideración. No tengo duda de que cuando aparece el insulto, la revictimización, el odio o el morbo, los derechos de la víctima deben primar sobre cualquier malentendida libertad de expresión. Pero cuando la intención, los medios y los resultados son otros, la cosa se complica. La democracia ha tendido en general a primar, en caso de conflicto, las libertades de creación, expresión y publicación.
Quizá esta ausencia de respuesta redonda y definitiva al dilema por mi parte resulte en sí misma una contribución que, si bien mínima, al menos justifique esta columna. Los derechos humanos no son absolutos que se imponen, sino bienes que pueden entrar en conflicto con fórmulas de convivencia incómodas, insuficientes, imperfectas y hasta dolorosas. No sería poco aprendizaje.