Publicado en 2016 por el Centro de Investigaciones Sociológicas.
Esta investigación tiene como foco de atención el sistema de seguridad colectiva de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las formas en que éste se ha activado en determinados casos, con el fin de analizar algunas fuerzas políticas que condicionan su funcionamiento y su efectividad más allá de los principios que lo sostienen. Con todo, la elección de este caso de estudio no proviene de un interés exclusivo en el sistema. El interés central es comprender las grandes y profundas transformaciones globales que están aconteciendo en la actualidad. Estas transformaciones que se manifiestan nítidamente en los procesos económicos, culturales y tecnológicos, haciendo que éstos se hayan globalizado, están siguiendo un curso más lento en el ámbito político. Este ritmo puede ser causado por la resistencia a trascender el principio de soberanía nacional ilimitada, el cual, a pesar de haber sido muy útil desde los tratados de Westfalia, puede suponer hoy día un lastre en los esfuerzos por reconfigurar un orden internacional justo. La pregunta que emerge de estas reflexiones es: ¿cómo gobernar las dinámicas de un mundo global si la política no se globaliza?
El análisis hecho por Alexis de Tocqueville de los largos y revolucionarios procesos sociales de democratización que desembocaron inicialmente en la Revolución Francesa y, a la postre, en el Estado moderno, puede ser de utilidad para comprender mejor el desequilibrio que produce un mundo globalizado carente de gobierno central. La centralización del poder político y la descentralización de la administración parecerían despuntar como dos de los requisitos para la buena gobernabilidad de una sociedad democrática. Los Estados modernos necesitaron de estas condiciones para regular sus procesos y conflictos internos.
Incluso la primera exclusivamente (la centralización del poder político), que Norbert Elias vería en términos de monopolización de la violencia legítima por parte de un poder centralizado, pudo pacificar en cierta medida la vida conflictiva de la baja Edad Media. Por ello, analizar la configuración política del orden internacional parece tornarse vital si queremos comprender la eficacia de este orden para dirimir cuestiones globales. El sistema de seguridad colectiva, como veremos, vendría a ser un indicador de ese proceso emergente de globalización de la política.
La respuesta a y la producción de los riesgos globales son un aspecto central en esta investigación. Sin embargo, no se aborda desde una postura que recurre a los riesgos identificándolos como la seña distintiva de esta época. Por el contrario, estos riesgos se verán como una consecuencia natural de los defectos de un orden internacional configurado por múltiples agentes, y donde los Estados nacionales se debaten entre el deseo por constituir una sociedad global equitativa y pacífica, y la resistencia a abandonar la mencionada noción de soberanía. Esta tensión entre la necesidad de gobernar un mundo global, y la resistencia a la renuncia parcial de la soberanía, podría generar la paradoja de un orden internacional que intenta configurarse para responder a unas amenazas que él mismo produce. El caso del terrorismo internacional de corte islámico es uno de los ejemplos más ilustrativos de esta dinámica.
Norbert Elias, en su estudio clásico El proceso de civilización, vislumbra una tesis que podría servirnos de hipótesis de partida. Al analizar el paso de las sociedades caballerescas a las sociedades cortesanas observa dos procesos paralelos. El primero implica el ordenamiento, refinamiento y reducción de la agresividad y el riesgo en la vida cotidiana. El segundo, parece que relacionado con el primero, la monopolización progresiva de la violencia legítima por parte de un poder central. De este modo, propulsadas por otros factores de índole económica, las sociedades caballerescas y feudales, muy propensas a vivir en un estado de violencia, pudieron dar lugar a otro tipo de sociedades más pacíficas y avanzadas, cercanas al Estado nacional moderno. La eliminación de la violencia en la vida cotidiana, contraria a la tesis hobbesiana, no se da por la imposición de la fuerza por parte de la nueva autoridad central, sino por la desafección generalizada hacia la violencia: ésta comienza a ser mal vista.
Hoy día, los esfuerzos por constituir organismos políticos de ámbito regional e internacionales, podrían verse como diferentes intentos dificultosos por crear un ente trasnacional que monopolice la violencia legítima y regule las relaciones de diferentes Estados y agentes trasnacionales. Si la tesis de Norbert Elias, quien asociaba el mundo actual, compuesto por Estados donde las relaciones de poder juegan un rol clave, con las sociedades feudales caballerescas, fuera cierta, la constitución de un organismo internacional que monopolizara la violencia legítima sería la única manera de pacificar y refinar las relaciones internacionales. Siguiendo estas consideraciones, para que se constituya un sistema social internacional que pueda mediar efectivamente ante conflictos o amenazas colectivas, al monopolio legítimo de la violencia deberían acompañarle otros procesos sociales que hicieron posible la constitución de Estados, tales como el monopolio fiscal, la unificación legislativa, el surgimiento de tribunales unificados y las pretensiones de legitimidad (tradicionales, carismáticas o racionales), entendida en el sentido weberiano como la probabilidad de que un mandato sea obedecido.