El nuevo libro del novelista de origen indio Salman Rushdie se titula Cuchillo. No es una novela. Pero es un pedazo de historia.

El libro cuenta el año que transcurre desde que en verano de 2022 un energúmeno quiso matarlo asestándole quince puñaladas en la cara, el cuello y el abdomen. Rushdie estuvo entre la vida y la muerte. Pero salió. Perdió un ojo, pero no las ganas de contar.

El libro repasa los días previos, el mismo momento del atentado y los meses de hospitales y tratamiento que le siguieron. Explica su decisión de seguir viviendo a pesar de los fanáticos que han decidido que deben matarle, aunque, como quedó acreditado en el caso del criminal que le acuchilló, no sepan nada de él, de su vida, de sus escritos o del porqué de su condena.

El autor quiere gritar que está vivo. Escribir este libro “sería la manera de hacer mío lo sucedido, de adueñarme de ello y poseerlo de alguna manera; nada de ser una mera víctima. Respondería a la violencia con arte”. El libro era una forma de decir que “tras el combate con el odio, celebramos la supervivencia del amor. Tras el ángel de la muerte, el ángel de la vida”.

El libro es una denuncia de cómo determinados sectores han abandonado la bandera de la libertad, como si fuera un lujo que sacrificar en defensa de otras agendas: “las sensibilidades de grupos considerados vulnerables serían más prioritarias que la libertad de expresión”. La derecha se apropió así de la idea de libertad que “se convirtió en una especial de carta blanca para el fanatismo, para mentir, maltratar y denigrar”.

Salman Rushdie ha recuperado su vida, pero es ya una vida herida, “una felicidad herida, y había además, quizá para siempre, una sombra en un rincón de esa dicha.”

Como las lecturas suelen venir acompañadas, este libro me llevó a otro anterior, de un autor que dedicó un año a indagar en las tripas del fanatismo yihadista. Emmanuel Carrère asistió durante sus nueve meses al juicio de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015 (ustedes recuerdan, la sala de conciertos Bataclan). Ese 13 fue viernes, de ahí el título del libro: V13.

El autor atiende con interés adictivo los testimonios de las víctimas, las declaraciones de los acusados, las preguntas de los jueces, los informes de los peritos, los argumentos de fiscales, acusaciones y defensas. V13 es una reflexión sobre la justicia, sus grandezas y sus limitaciones. Es igualmente una indagación en los misterios de la violencia. Carrère se sumerge en las vidas inanes de los asesinos dedicados al trapicheo, a la delincuencia menor, al aburrimiento, los videojuegos y las dependencias hasta que una misión divina, algo más grande que el mundo real, aspira a dar sentido a sus vidas a través de la muerte, la suya y la de otros.

No sé si tiene sentido comentar estos libros en el día que deberíamos hablar de las elecciones europeas. Quizá sí. Hoy, dicen las previsiones, el Parlamento europeo podría recibir a un buen número de eurodiputados de extrema derecha antieuropeístas. Hay quienes creen combatirlos despreciando las necesidades de seguridad y protección a que todos aspiramos. Consideran quizá que la preocupación por la seguridad es sospechosa, como si fuera la puerta de entrada de la extrema derecha, cuando probablemente sea todo lo contrario, que la seguridad, cuando no se confunde tolerancia con flojedad o negligencia, es su mejor antídoto. Mientras leía Cuchillo, varias personas fueron acuchilladas en Mannheim en un evento político, con resultado de un policía muerto. Otros acontecimientos más cercanos me han hecho recordar la “guerra al navajero” de Azkuna en Bilbao. Tenía el de Durango ya tanta trayectoria y saber hacer con sus vecinos, que todos sabían que solo los más imprudentes de cada casa se creerían en condiciones de darle lecciones de democracia y de libertades públicas.

Europa necesita conocer su historia y proteger y promover sus valores fundacionales: la libertad y los derechos humanosTambién la seguridad. Van juntas. Dentro y fuera.