Artículo de opinión de Juanjo Álvarez @jjalvarez64 publicado en Diario Vasco (enlace) el 15/06/201
El espejo catalán nos devuelve, tras la épica de la unilateralidad, la frustración derivada del contraste con la realidad. Es una lección que no debemos olvidar. Quien defiende la unilateralidad por la imposibilidad del acuerdo o del pacto no solo defiende la unilateralidad frente a Madrid, frente a la legalidad española, sino también frente a la otra parte de la sociedad vasca o catalana que no comparte su hoja de ruta. Acordemos entre nosotros, eso nunca será claudicar sino avanzar juntos a hacia un proyecto de nación compartido.
El concepto troncal del vigente Pacto de Gobierno entre el PNV y el PSE para esta legislatura es el de Autogobierno efectivo y garantizado: ambos partidos comparten diagnóstico y constatan «la existencia en el Estado de un fuerte impulso recentralizador que desconoce la voluntad política territorial e ignora su pluralidad y diversidad”.
Lograr mayores cotas de autogobierno no tiene por qué ser entendido como una fórmula que debilite el poder estatal sino la plasmación posmoderna de articulación de unas nuevas relaciones de poder compartido que no debilita al todo reforzando a las realidades nacionales que, como lo somos en Euskadi, se integran en el mismo. Pactar la modernización de esa forma de relación bilateral que simbolizan nuestros derechos históricos y nuestra singularidad es el motor que ha de permitir avanzar en esta senda sin romper el pacto Constitucional.
Vinculado a ello se persigue lograr una bilateralidad real: la actualización de los Derechos Históricos debe abarcar un mecanismo que obligue a ambas partes (gobierno central y gobierno vasco) a actuar política y legalmente bajo un esquema de bilateralidad y concertación.
¿Reforma o Ruptura? la prudencia y la inteligencia política invita a diseñar una estrategia política que complique los objetivos de los inmovilistas, interesados en mantener inalterado el estatus actual cuanto no en orientarlo hacia una involución competencial en beneficio del Estado.
El gran reto es intentar conseguir primero entre nosotros, los vascos, un consenso sólido en torno a un buen proyecto de mejora y desarrollo del autogobierno. La opción que aporta mayor base argumental para este objetivo de fortalecimiento de nuestro autogobierno y de incorporación de instrumentos de garantía se asienta en la modificación del Estatuto de Gernika transformándolo en un Estatuto Foral -y no de régimen común- que actualice nuestros Derechos Históricos como pueblo vasco, propiciando el pleno reconocimiento de su personalidad política y un conjunto de poderes singular y único que permita el pleno desarrollo de sus aspiraciones colectivas.
Se trataría de reformar el Estatuto al amparo de una relectura más ambiciosa de la Disposición Adicional 1ª de la Constitución, explicitando por vía estatutaria todo el potencial que esta disposición incluía de manera implícita y que no ha sido desarrollado en plenitud.
Optar por la modernización y actualización de nuestro autogobierno estatutario dentro del marco de nuestras competencias de desarrollo ya constitucionalizadas (ésta es la gran diferencia frente al modelo catalán) supone también explorar las posibilidades que puede ofrecer el modelo constitucional y estatutario actual haciendo un uso más intensivo y sistemático de las clausulas de excepcionalidad foral a incluir en las leyes estatales y suscribiendo, cuando proceda, en el seno de la Comisión Bilateral de Cooperación, acuerdos interpretativos de las leyes estatales que favorezcan y refuercen la singularidad del autogobierno vasco.
El trabajo técnico y la generación de un clima de confianza recíproca fruto del pacto y del respeto a lo pactado dentro de la legalidad deberán ser las herramientas para lograr este objetivo estratégico para el futuro de nuestro Autogobierno.
El modelo actual tiene una potencialidad infrautilizada, porque su desarrollo no ha sido realizado conforme al pluralismo político que en la Constitución Española se declara ni está a la altura de las transformaciones que se están dando en Europa en materia de concepción del poder.
Las limitaciones de nuestro autogobierno vasco proceden en buena parte del hecho de no haberse utilizado las posibilidades que ella misma ofrece para articular la pluralidad política del Estado. Y pese a ello cabe recordar que en el seno de la sociedad vasca el pacto es un procedimiento que conecta con nuestra mejor tradición foral y sobre la que hemos construido nuestras dos experiencias estatutarias, la de 1936 y la del Estatuto de Gernika.
Deberá serlo también para la obligada y necesaria actualización del autogobierno vasco mediante la articulación de una reforma del Estatuto de 1979 que articule un nuevo estatus político y relacional plenamente compatible con los parámetros de constitucionalidad.
No se trata ya de resolver la cuestión de atribución y reparto de titularidades y competencias, de quién ha de gestionar una u otra competencia, sino debatir, negociar y consensuar el reconocimiento de la capacidad de los vascos para hacer valer su voluntad propia y que se respeten los acuerdos alcanzados. Nos une la evidencia de la pluralidad y la voluntad política de avanzar desde el diálogo, la negociación y el acuerdo.
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