La democracia comienza por la igualdad de género

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Entrada de blog de Ander Errasti publicado en Doce Miradas, 12/02/2019 (enlace)

Que la democracia liberal está en crisis es un diagnóstico cada vez más extendido. Incluso aunque aceptáramos la afirmación – cuestionable y problemática – de que la humanidad nunca había alcanzado un nivel de progreso como el actual, la política en nuestro entorno muestra graves síntomas de declive: polarización, desafección, degradación institucional, pérdida de civilidad o crisis de representación han pasado a ser rasgos habituales de la vida política. No existe, sin embargo, un consenso sobre el origen de este fenómeno: la precarización política y económica, los escándalos de corrupción, las derivadas injustas de la globalización, un cortoplacismo electoralista creciente, los excesos tecnocráticos y populistas o el incremento de emociones que dificultan la vida en común son algunos de los múltiples argumentos candidatos. Sin embargo, ninguno de ellos genera el consenso necesario, ni posiblemente sea suficiente, para explicar esta crisis multidimensional de la democracia que estamos viviendo.

La pregunta, en este escenario, es cómo podemos contribuir a superar esta crisis en un contexto de creciente complejidad. En épocas pasadas podíamos aferrarnos a la ilusión de control que ofrecían los estados-nación: ‘sea lo que sea que esté fallando, está en nuestras manos corregirlo’, pensábamos. En la actualidad, sin embargo, a pesar del indudable peso y relevancia de los hechos políticos nacionales, su operatividad ante crisis como ésta es más bien limitada. No en vano, pese a que persiste como método la mirada nacional, en un contexto de crecientes interdependencias, las circunstancias que rodean las múltiples expresiones de esta crisis de la democracia rara vez se limitan al ámbito estatal. Menos, si cabe, en un contexto de soberanías compartidas (por imperfeto que aún sea el equilibrio) como es el europeo.

Siendo así, parece imprescindible encontrar elementos que, desde su expresión local, puedan generar dinámicas transformadoras a escala transnacional. Es decir, procesos políticos que, arraigados en la experiencia cotidiana local o nacional, posibiliten los cambios necesarios para revertir esta crisis global de la política. Es ahí donde la lucha por la igualdad de género liderada desde los feminismos adquiere una especial relevancia. No en vano, apela a una consideración que es eminentemente transnacional: la lucha de las mujeres por revertir las situaciones de discriminación injustificada que padecen en todo el planeta. Es cierto que hay otras dinámicas que son también transnacionales y podrían acompañar este proceso, como es el caso de la lucha contra el cambio climático o la reducción de las desigualdades económicas. Sin embargo, más allá de que puedan ser compatibles e incluso transversales, no afectan de forma tan directa a un número tan elevado de la población mundial. Básicamente, a más de la mitad.

Dado este carácter transnacional de la reivindicación, hay al menos dos elementos clave que hacen de la lucha por la igualdad de género la causa con más capacidad para superar la crisis global de la democracia: la feminización de la política y el carácter inclusivo de los reclamos feministas.

El primero se asocia a lo que se conoce como “ética del cuidado” y su conexión con los cambios globales ha sido perfectamente planteada, desde diversas ópticas, por autoras como Elena PulciniFiona Robinson o Sarah Clark Miller, entre otras muchas. En este artículo me centraré en la segunda dimensión: la fuerza inclusiva de la igualdad de género.

 

Transformar la democracia desde y para la igualdad

¿A qué nos referimos con el carácter inclusivo de la reivindicación feminista o por la igualdad de género? Si bien podríamos hablar de ello en términos empíricos (mostrando cómo sociedades más igualitarias en lo relativo al género tienden a ser más igualitarias en otros ámbitos), me centraré en plantear, a partir del trabajo de Sophia Näsström, un argumento teórico: el que vincula la lucha por la igualdad de género con la fuerza normativa de la igualdad política.

En una frase, podríamos definir la igualdad política como la igualdad de valor de los individuos de un colectivo implicado en la toma de decisión. Esto implica, a su vez, que existan mecanismos (formales o informales) que les garanticen un poder de decisión equitativo. No se refiere (aunque de él pueda derivarse) a la igualdad entre seres humanos que pudiera sostenerse en teoría moral, sino a la igualdad que se sigue del hecho de la ciudadanía democrática.

La relevante de este principio, sostiene Näsström, es su potencial transformador a escala transnacional. Es decir, el alcance de lo que Isaiah Berlin denominó “fuerza normativa de la igualdad política”: una vez se instaura la democracia, lo que requiere de justificación no es la igualdad política de la ciudadanía, sino sus desviaciones. Trasladado a la cuestión que nos concierne, si por ejemplo las medidas de acción afirmativa para garantizar el acceso de mujeres a puestos de poder suponen una desviación del principio de igualdad política, estas medidas deberán justificarse para poder ser aprobadas. La clave, de acuerdo con Näsström, es que la democracia no se ejerce en un contexto de igualdad, sino de profundas desigualdades estructurales.

Unas desigualdades que, además, están en constante proceso de transformación. Siendo así, esa necesidad de construir argumentos sólidos en favor de mecanismos que corrijan las desigualdades estructurales es, precisamente, lo que hace de la aspiración por la igualdad política el principal motor de progreso de los sistemas democráticos. La fuerza normativa de la democracia no es, en definitiva, un punto de llegada (hay democracia, luego todos y todas somos políticamente iguales) sino un punto de salida (hay democracia, luego trabajemos constantemente por garantizar la igualdad política).

Ahí reside uno de los aspectos fundamentales de la lucha por la igualdad de género como motor de cambio transnacional para corregir la crisis de la democracia a escala global: en su permanente ejercicio de evaluación crítica de la situación y búsqueda de fórmulas efectivas para implementar posibles soluciones. Una lucha que se materializa de forma local, pero nos concierne globalmente. Una lucha en la que, por cierto, los hombres (en tanto que parte privilegiada de esa desigualdad injusta) tenemos la obligación política no ya de evitar contribuir a la desigualdad, sino de acompañar a las mujeres en ese proceso de transformación. Si lo conseguimos, todas saldremos ganando. Porque la democracia comienza por la igualdad de género.

By Mobilus In Mobili – Women’s March on Washington, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=55796823

 

[1] Gracias a Cristina Astier por el título.

Ander Errasti Lopez

Ander Errasti es Doctor en Humanidades – Ética y Filosofía Política – por la Universitat Pompeu Fabra (UPF), supervisado por la Profesora Sonia Arribas y Daniel Innerarity. Su investigación se centró en la revisión normativa de la propuesta cosmopolita de Ulrich Beck (Nations and Nationalism in a Cosmopolitanized World: Some Lessons from Ulrich Beck’s Work). Obtuvo la Licenciatura en Filosofía por la Universitat de Barcelona (UB), MA in Political Philosophy por la UPF, Diplomatura en Ciencias Empresariales por la UB y Máster Avanzado en Ciencias Jurídicas por la UPF. En la actualidad es ‘Director de Coordinación y Comunicación, responsable del Gabinete del Rector’ en la UB, Profesor Asociado en el Departamento de Ciencias Políticas de la UB y profesor Colaborador en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Desde junio del 2020 a abril del 2021 fue Investigador del Institut d’Estudis de l’Autogovern – IEA (asesor en materia de políticas comparadas de autogobierno). Asimismo, desde septiembre del 2019 hasta el 31 de marzo del 2020 ejerció de Gestor del Conocimiento en la Unidad de Coordinación Académica de Humanidades en la UPF. También es, desde 2013, investigador de Globernance. Anteriormente ha sido Policy Leader Fellow del School of Transnational Governance en el European University Institute, Florencia (enero – julio 2019). En el curso 2017-2018 fue investigador visitante en la University of Edinburgh (supervisado por los profesores Michael Keating y Nicola McEwan), trabajando sobre el impacto del Brexit y el referéndum de independencia del 2014 sobre las instituciones de autogobierno escocesas. También hizo una estancia de doctorado en el Department of Politics and International Relations de Oxford University, supervisado por la profesora Kalypso Nicolaïdis. Finalmente, también es un miembro del grupo GISME de la UB desde 2010, dirigido por el profesor Javier Tejada. Como miembro, ha organizado diversas actividades de transferencia del conocimiento, incluyendo colaboraciones con el Museo del Prado, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) o Jakiunde (la Academia Vasca de Ciencias y Humanidades). Como miembro de GISME ha sido parte de la coordinación del proyecto CCentre (A Narrative Approach to Improve Citizens’ Ageing and Well-Being), financiado por el European Institute of Innovation and Technology – EIT Health (2016-2020). También fue Project Manager del proyecto SIforaGE (Social Innovation for Active and Healthy Ageing for Sustainable Economic Growth), financiado por la Comisión Europea (2013-2016). Publica regularmente en medios en euskera, catalán y castellano, así como participa en programas tanto de radio como de TV. También está implicado en diversas entidades de la sociedad civil que trabajan en favor de hacer compatible la diversidad y la cooperación en la democracia en Europa.

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